Babel y Códex

Marcelino Trigueros fue preciso, contundente en la presentación de La vena cava en Babel, y se lo agradezco. Copio algunos de sus comentarios:

[Sobre «Verano en Gavina»] Da comienzo con el relato de la adolescencia y el eterno retorno plasmado en el símbolo del carrusel llamado de la memoria. Mai, una mujer aburguesada, ocasionalmente infiel, piensa en un amor de juventud, ya lejano, Cruz. El misterio, o paradoja, ya se sabe: un amor satisfecho, con el tiempo, puede acrecerse o menguar, pero un amor no cumplido puede ser eterno. […] El sueño del reencuentro lo da una canción de Los Secretos, Pero a tu lado, que dice: “ya no persigo sueños rotos, los he cosido con el hilo de tus ojos”.

[Sobre «La vena cava»] El tono de Las raíces podridas no se esconde: “La mugre, Luisa”; el nombre propio es aposición de la sustancia repelente (y no al revés). Sí, realismo visceral, que suena descarnado y soberbio a la vez: la vida es un sumidero, como la vena cava llena de colesterol -y triglicéridos- que distribuye su podredumbre grasienta a todo el cuerpo vital.

[Sobre «HaMBuRgueSa»] Carne muerta en movimiento que, no obstante, despierta pasiones igualmente viscerales y lascivas. […] Parece que no hay salvación para el hombre ni en el arte […] todo se prostituye, hasta el saber. Nuestro final es el mar.

[Sobre «Fuego y asfalto»] El libro se cierra en la Albania de origen griego: Butrinto. Antes de dar cuenta de la nobleza de sus ruinas, aparece el cementerio y el humor negro: una lápida con el epitafio «Tú puedes ser el protagonista». Tras la lectura del escritor albanés Kadaré, la noche en las ruinas griegas dará fruto en ocho meses. Algo quedó de un lugar en el que el hombre aparece efímero cual visita de turista japonés”.

Carlos Escolano, en la presentación de Códex, no fue ni menos preciso ni menos contundente que Marcelino, sino tan certero como él. Mantuvimos un coloquio en torno a La vena cava en el que surgieron temas que me inquietan, tal vez porque sean irresolubles: el binomio memoria/olvido, los límites de la ficción, la marginalidad genérica, el ser en el mundo. La literatura como pretexto. Copio la cápsula en la que describe el estilo del libro: “lo cotidiano convive con lo sórdido a través de una forma concisa y seca, una escritura tallada a hachazos, sin hojarasca ni ambages”.

No habrá más presentaciones.